Se adentró en el jardín
bajo cúpula de estrellas,
respiró los vapores
de la tierra mojada.
Percibió a sus espaldas
masculina presencia,
y un rubor de amapolas
tapizó sus mejillas.
Palpitó de antemano
tempestades carnales,
empapó su figura
el pensamiento prohibido.
Se han abierto sus labios
a favor del encuentro,
y en la bruma del parque,
sobre un manto de trébol
se acelera el anhelo,
se arrebata por verlo,
se derrama en los brazos
de ese hombre deseado,
y se entrega en silencio...
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